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Noche de luna llena

  • por Andrea Romero para el Diario del Juicio
Homenaje a desaparecidos en los Talleres de Tafí Viejo
PH Carolina Frangoulis


El día jueves 24 de noviembre de 2016 en horas de la tarde declararon por la causa de Segundo Bonifacio Arias sus hijos Teresa, Silvio y Pedro; y su esposa Élida Lorenza Fernández de Arias.

Segundo Bonifacio trabajaba en los ferrocarriles taficeños, de oficio carpintero tenía como hobby poner música en fiestas. El taficeño también conocido como Flecha, Boni o Cabezón, militaba en la Juventud Peronista en aquellos años y fue candidato a concejal suplente por la Lista Verde, en una de las elecciones. Boni fue secuestrado el 14 de febrero de 1976 de su casa en Tafí Viejo en donde se encontraba durmiendo junto a su familia conformada por su esposa y sus cinco hijos, quienes tenían 15, 14, 12, 8 y 1 año en aquel momento.

Entra a la sala con la frente en alto mirando a los procesados, lleva en sus manos un sobre de madera, una imagen religiosa, la última muñequita que le regaló su papá, y la foto de él colgada en el pecho. Ella es Élida Teresa Arias, una de las hijas de Boni quien fue la primera en brindar testimonio sobre el secuestro de su papá. Una vez sentada frente al tribunal realiza los juramentos que forman parte del protocolo judicial y comienza su relato. Teresa tiene grabada en su memoria el recuerdo de que fue una noche de luna llena en la que habían disfrutado un asado en familia unas horas antes del secuestro de su papá. Esa noche se acostó temprano y en medio de la noche su hermano la despertó para decirle que acababan de llevar a su padre.
Una tarde, unos días después del secuestro, mientras ella barría la vereda paró un auto marca Renault en el que se trasladaban un varón y una mujer. El hombre que manejaba se bajó y le preguntó por su papá, Teresa le contestó: “no está. ¿Qué pasó?, preguntó el hombre.“Se lo llevaron” respondió Teresa. No le dijo nada más, subió al auto y se fue. Días después, le dijeron que quienes estaban en el auto eran “Mulé” y “Azucena” personas a las que no había visto nunca. Tampoco las volvió a ver después de ese día.

Cuando se produce el secuestro de su padre, su madre realiza la denuncia correspondiente en Tafí Viejo y cuenta que su madre le escribió una carta a Bussi ante la desesperación que le generaba a la familia no saber nada de su padre. Esa carta fue respondida por el genocida.

Con respecto a lo que hacía su padre, Teresa relata que todos los miércoles en su casa se juntaban los amigos de “Flecha” a cenar porque al margen de ser militantes de un mismo partido mantenían un vínculo de amistad. Ese grupo estaba integrado por Rosales, Margarita Costilla de Villagra quien iba con su marido a quién apodaban “Carozo”, Costilla, Juárez, Samuel Romero, Barrionuevo y “Manguelo” Díaz, son los que recuerda.

Al finalizar su relato, el presidente del tribunal le pregunta si quiere agregar algo más y ella dijo: “dudo que usted sepa lo que es sentir cuando uno va a un lugar público y encuentra a estos que están condenados gozar de libertades y privilegios (...) Pido justicia, ésta es mi verdad”.


“A vos no te invito, mi papá dice que sos hijo de un guerrillero”

Luego del relato de Teresa, llegó el turno de su hermano, Silvio Luis Arias conocido entre los taficeños como “Bulo”. Es el menor de los hijos varones de Boni. Silvio le cuenta al tribunal que la noche en que secuestraron a su papa él estaba durmiendo. Al día siguiente fue un día normal, se levantó temprano porque tenía turno en el dentista, salió de su casa para ir a la policlínica en donde tenía cita con el dentista, cuando volvió sus amigos del barrio le dijeron: “¿es verdad que a tu papá lo llevaron los guerrilleros?” él les dijo “no, no es verdad”.

Cuando llegó a su casa se enteró de la noticia: la noche anterior habían secuestrado a su padre.

En una parte de su testimonio relata los momentos en los cuales iban con el padre y sus amigos en autos a repartir pan dulce a la gente más necesitada, carente de recursos. Aquella gente vivía en la pobrez,a eran personas a la que Boni y su grupo de amigos que militaban en la Juventud Peronista querían ayudar a cambiar su realidad.

Meses después del secuestro de su papá, un episodio en la escuela primaria lo marcó: un compañerito cumplía años, mientras repartía a todo el grado las invitaciones para el festejo, cuando llego el momento de entregarle a “Bulo” lo salteó y le dijo: “a vos no te invito, mi papa dice que sos hijo de un guerrillero”. El silencio se prolongó y con la voz quebrada y los ojos llenos de lágrimas dijo que es una de las cosas que no va a olvidar, porque era niño y qué niño no quiere ir a una fiestita de cumpleaños, argumentó.

Con respecto a la vida que llevaba su familia contó que fue muy complicada, su madre se sacrificó mucho por ellos por esa razón tuvo que descuidar la parte afectiva de sus hijos “yo me crie prácticamente en la calle, pero no desatendido” dijo Silvio. Recuerda que los 8 años era consciente de que sus hermanos más grandes tenían que trabajar y estudiar a pesar de las desavenencias de la situación que estaban atravesando.

Al finalizar su testimonio, le dijo al tribunal: “Las verdades aparecen con el tiempo, ellos aparecieron en el Pozo de Vargas, en cambio, estos personajes están siendo sepultados en la vergüenza de su familia”.


Piel naranja

Ëlida Lorenza Fernández de Arias tiene 74 años, era la esposa de Segundo Bonifacio Arias con quien tenía cinco hijos, tres varones y dos mujeres. Elida, entra a la sala de audiencias con su bastón. Se sienta y comienza su relato. Le cuenta al tribunal que antes del secuestro de su marido estuvieron preguntando por el domicilio en donde vivían. A los tres días ella veía la última novela de canal 10 llamada “Piel Naranja”.

Una vez finalizado el capítulo, apaga la luz y se acuesta. A los minutos siente que se revienta el foco de adelante. En ese momento escuchó que había entrado un tropel de caballos hasta el fondo de su casa y pensó que eran los caballos de su cuñado que vivía a la vuelta. Se levanta y saca a los caballos, cuando vuelve se acuesta y otra vez, a los minutos, siente el mismo tropel pero esta vez tocaban la puerta llamando a su esposo por el apellido. Él abrió la puerta y encontró a cuatro personas las cuales entraron a su casa pero no estaban solos, afuera estaban muchos más. Ella se levantó y les preguntó a donde lo llevaban a su esposo, le contestaron que no se aflija que ya iban a volver.

Cuando lo suben al auto, relata, sale corriendo y hacia la casa de su suegra que vivía cerca para contarle que habían llevado a Boni, luego sale corriendo de su suegra para radicar la denuncia del secuestro en la comisaría de Tafí Viejo. Al llegar a la policía le tomaron declaración pero no le dan constancia. Años después esa denuncia, como muchas otras, habían desaparecido.

Nunca más supieron de Boni. Tanta fue la desesperación que Lorenza le escribió una carta al genocida Bussi para que investigue sobre la desaparición de su marido. Esa carta fue respondida por el fallecido condenado, y en una actitud cobarde y cínica (como todo genocida) respondió que en su gobierno no se habían realizado secuestros. Cerrame la ocho.

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