- por Sofía Romera Zanoli para el Diario del Juicio
Emilia del Valle González tenía 9 años, en marzo de 1975, cuando su
padre Pedro Ángel González fue secuestrado por las fuerzas de seguridad de la
casa familiar en San José de Flores, a 9 kilómetros de Acheral.
“Era de noche, personas vestidas de verde tiraron la puerta abajo, nos
apuntaron a mi madre, a mis hermanos y a mí con un arma. A mi padre lo
golpearon le vendaron los ojos, le ataron las manos y se lo llevaron” detalló
Emilia, tercera testigo en prestar declaración ante los jueces Gabriel
Casas, Carlos Jiménez Montilla y Juan Carlos Reynaga.
Pedro Ángel Gonzalez fue llevado a una base militar de Río Colorado y
luego trasladado al centro clandestino de detención “La Escuelita”, en Famaillá
donde permaneció siete meses en condiciones infrahumanas, hasta que lo
liberaron el 13 de noviembre de 1975 a la vera de la ruta 38.
“No lo volvimos a ver hasta que lo soltaron. Mi madre y sus hermanos lo
buscaron por todas partes pero le decían que no sabían nada. Cuando volvió
estaba destrozado, tenía cicatrices por todas partes del cuerpo a causa de las
torturas”, recordó la testigo.
A continuación declaró Emilio Molina, cuñado de la víctima, quien
sostuvo que Pedro Ángel volvió desfigurado, producto de los golpes, a tal punto
que le resultó difícil reconocerlo.”No podía mover un brazo y tenía uno de los
pómulos quebrados. Él nos contó que lo hicieron morder por perros para que diga
dónde estaban los extremistas”, contó.
Pedro Ángel, como muchos de los secuestrados y torturados por las
fuerzas que accionaban en el Operativo Independencia no pudo recibir atención
médica luego de su liberación ya que sus captores amenazaron con matar a su
familia si lo hacía, señaló Lidia Rosa Molina, otras de sus
familiares que declaró en el juicio que se lleva adelante por los crímenes
cometidos durante el Operativo Independencia, en Tucumán, entre 1975 y 1976.
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